El rapto de Proserpina
es una escultura de Gian Lorenzo Bernini realizada en 1622. Está en la
Galería Borghese de Roma. Pertenece a la primera etapa del gran maestro
napolitano, que trabajó al servicio de la corte papal como escultor,
pintor y arquitecto durante la mayor parte del siglo XVII. Bernini fue
uno de los mejores intérpretes de esa estética teatral, dinámica,
grandiosa y naturalista característica del Barroco italiano, que
desarrolló en numerosas obras tanto religiosas como mitológicas. A este
último género pertenece El rapto de Proserpina, que representa en una agitada composición este conocido mito grecorromano. 

El término griego mithos quiere decir "ficción, cuento" y se opone a logos,
que significa "palabra, razón". Los antiguos griegos utilizaban los
mitos cuando querían referirse a relatos ejemplarizantes que habían
llegado a ellos de manera anónima, provenientes de una fuente remota y
de una época muy lejana. Desde un punto de vista antropológico, los
mitos no son sólo fábulas o supersticiones, son intentos imaginativos de
resolver los misterios de la vida y del universo, a los que una
sociedad recurre cuando no sabe explicar las cosas desde un punto de
vista enteramente racional o científico. La mayoría de los mitos
indoeuropeos se originaron en historias simbólicas o alegorías que
personificaban determinados fenómenos naturales como el día, la noche,
el paso del tiempo, la vida y la muerte, etc.
La
historia de Proserpina (Perséfone, en griego) es un ejemplo muy
ilustrativo de esto. Proserpina era la hija de Júpiter y Ceres, la diosa
de la agricultura, y fue raptada por Plutón, que se la llevó al
inframundo para hacerla su esposa. Entonces Ceres, desesperada de dolor,
desatendió los cultivos y se lanzó a la búsqueda de su hija. Atendiendo
a las quejas de los hombres y de los dioses, que no tenían la comida ni
los sacrificios necesarios por el descuido de los campos, Júpiter
permitió a Proserpina regresar al Monte Olimpo con la condición de que
cada año se quedara junto a su esposo en el inframundo durante tres
meses. Así, cuando Ceres y su hija estaban juntas, la tierra florecía y
daba buenas cosechas, pero durante los tres meses que Proserpina
permanecía en los infiernos, la tierra se convertía en un erial estéril.
Esta historia simbólica servía a los antiguos griegos y romanos para
explicar los cambios de estación y los ciclos naturales del campo.
La interpretación
que hace Bernini de este tema mitológico, no obstante, está muy alejada
de la trascendencia y la ejemplaridad que se le suponen. Bernini ha
convertido a Plutón en un vulgar secuestrador con la barba y el pelo
revueltos, aunque esté coronado como rey de los infiernos, mientras que
Proserpina intenta zafarse
horrorizada de su abrazo. La agonía que expresa el rostro de la muchacha
se contrapone a la procacidad apenas contenida del violador Plutón, que
hunde sus dedos como poderosas tenazas sobre la sensual carne de
Proserpina. Ello se completa con un estudio hiperrrealista de la
anatomía humana en tensión y una composición basada en potentes
diagonales, que expresan magistralmente el conflicto de atracción -
repulsión sostenido por los personajes. Así, todo el conjunto acusa un
fuerte dinamismo tanto físico como dramático.
Esta
forma de acercarse a la mitología clásica es típica del Barroco. En el
siglo XVII los grandes dioses y personajes de la antigüedad fueron
representados protagonizando sus historias fabulosas como si se tratasen
de situaciones de la vida cotidiana. Artistas como Caravaggio, Ribera o
Velázquez gustaron de reducir a estos grandes personajes a la condición
de simples humanos, enfatizando sus cualidades físicas, sus defectos y
sus vicios al igual que cualquier mortal. Es la quintaesencia del
Barroco, un mundo traidor en el que nada es verdad ni es mentira, todo
depende del cristal con que se mira.
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